Cuando el futuro nos alcance (III): Los precandidatos y la Ciudad
La Ciudad no merece ya improvisaciones, parches ni ocurrencias. Cuando el futuro nos alcance en 2012 quien quiera ser presidente de uno de los municipios conurbados que forman la Capital, debe ser capaz de explicar líneas definidas de política urbana. Debe dar muestra de entender y ser capaz de integrarse a un solo equipo, el del Gobernador Calzada, más allá de los colores que abandere. Sobre todo, debe declarar un compromiso con la sustentabilidad, más allá de representar los intereses de sus patrocinadores –o peor aún– los suyos propios.
Preocupa particularmente el futuro del municipio del centro. La ventaja que pareciera tener Armando Rivera dentro de Acción Nacional es –y lo digo con conocimiento de causa—un riesgo para el recurso suelo.
Armando es proclive a ponderar el privilegio sobre la razón; le gusta favorecer intereses poco solidarios y nunca desecha la idea de integrarse como agente económico valiéndose de sus decisiones como político.
¿Su técnica? es la misma que ha perdido al PAN en todo el país: mucho gasto público a través de programas populistas adornados con propaganda excesiva y obra pública rimbombante; mientras, se aprovecha ese “equilibrio” para servir a grandes negocios que apuntalan al más rico, mediante concesiones, cambios de uso de suelo, favores y descuentos… No, no se me hace que vaya por ahí. Querétaro no necesita tanta experiencia en un Alcalde, sobre todo cuando el personaje no tiene más objetivo que llegar a 5 de mayo y Pasteur (aunque no tenga bien claro para qué…).
En el otro lado, entre los precandidatos que han sonado del PRI, los personajes si bien diversos en estilo, están cortados con una sola tijera, todos hacen ciudad: Abraham González, Alfonso García Alcocer y el recientemente incorporado a la pasarela, Juan Arturo Torreslanda, se dedican profesionalmente al desarrollo urbano. Si partimos de la base que no hay desarrollador dócil, más allá de gustos y posibles críticas a la manera como lo hacen, su participación en la urbe es antigua y generalmente para bien, tanto público como particular.
En 2012 tenemos que lograr la unificación definitiva de una verdadera política urbana con una de desarrollo social sin etiquetas. La lucha por la alternancia democrática y el valor del voto es tema de los noventas; hoy, a la Ciudad le urge un equipo de personas en el sector público, que tengan una conciencia de futuro y un mínimo de respeto histórico. No necesitamos a nadie que venga a “rescatar” lo que perdió ó venga a “trabajar para nosotros”.
El equipo de presidentes y regidores del próximo periodo constitucional debe impulsar y defender un proyecto metropolitano. Para ello cada uno deberá ceder la oportunidad individual de su trienio para entregar su fuerza y potencial a la causa de la Ciudad, con “C” mayúscula. Tienen una chamba muy fácil: cambiar el “chip” de la política municipal tradicional, por el de la visión de Estado que trajo consigo Pepe Calzada. Deberán unir presupuestos, revitalizar los reglamentos con una visión homogénea y entrar de lleno a la etapa de la planeación conjunta.
González, García Alcocer ó Torreslanda; Tamborrel, Nava ó Rivera; Zapata ó Montoya… quien sea; si no nos ofrecen un proyecto con visión ¿para que los queremos?…
Termino esta serie con una anécdota: hace algunos años mi esposa (q.e.p.d.), molesta por mi ausencia en casa, me hizo levantar la mirada hacia el Centro Sur apuntando al – por entonces– nuevo edificio municipal donde yo trabajaba. Me preguntó –¿tú crees que en verdad nos importa lo que pasa allá?…– ante mi respuesta afirmativa, me dijo asumiendo su papel de ciudadana común, lo que por su contundencia fue una lección que me dejó en total silencio… –¡¡pues si no saben lo que pasa acá ¿cómo quieren que los quieran?…!! ahí se las dejo.
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