La Agenda 2030 y el país de las ilusiones
El pasado mes de noviembre, el gobierno federal publicó la Estrategia Nacional para la Implementación de la Agenda 2030 en México, que constituye una guía tropicalizada a nuestro contexto azteca, a efecto de cumplir con los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible, los ya famosos “ODS´s” delineados por ONU Hábitat, y ratificados por nuestro país en Quito, Ecuador en 2016.
Este documento compuesto de enunciados que postulan y perfilan tanto acciones como responsables para cristalizar antes del 2030 este nuevo escenario de economía incluyente, correcto aprovechamiento de recursos, y en términos sintéticos, modelar un mundo y un México donde “no se deje atrás a nadie” se sostiene en cuatro principios o premisas transversales que habrán de orientar los esfuerzos no solo del sector público sino de la iniciativa privada, con base en alianzas “multifactor” o más bien dicho, multisector.
Poner fin a la pobreza; acceso a la salud universal; garantizar educación de calidad, inclusiva y equitativa; afianzar la igualdad de género; practicar agricultura sostenible; garantizar la gestión sostenible del agua; construir infraestructuras resilientes e industrialización sostenible; combatir el cambio climático; producir energía asequible, fiable y sostenible, entre otros muchos subtemas que podrían sintetizarse en el concepto de economía circular.
Es de aplaudirse la emisión de esta guía y debemos asumirla con la mayor seriedad política y responsabilidad social. La Conago se ha expresado unánimemente en sentido de orientar los presupuestos estatales en la dirección de cada uno de estos objetivos; en sus tribunas el Congreso Federal y las legislaturas locales comienzan a intimar con los ODS´s y comienzan a darse, si bien aun tímidos, ajustes legales y reglamentarios en pro de favorecer estas estrategias. A nivel municipal, aprovechando la actualización de los Programas de Desarrollo Urbano y Ordenamiento Ecológico Territorial, se comienzan a insertar instrumentos y normas alineadas que tenderían a forzar al sector privado y social a gestionar y aprovechar el territorio con un sentido sostenible practicable. Pero vamos lento, muy lento.
La ejecución eficiente de esta agenda necesita de un liderazgo mas allá del juego partidista. El liderazgo en cada uno de estos Objetivos de Desarrollo Sostenible lo debería asumir la sociedad para evitar que cada vez que se cambie de color o de trienio, de aquí al 2030, esta guía se pierda o se vuelva a comenzar ignorando los avances de las administraciones anteriores, como nos ha sucedido recientemente en Querétaro, al desestimar la Agenda Q500.
ONU Hábitat, quien nos ayudó a realizar este ejercicio llamado Q500 para perfilar los indicadores de prosperidad urbana que permitieran medir el avance de la agenda, en unos días realizará el Décimo Foro Mundial de Urbanismo en la capital de los Emiratos Árabes Unidos, cuya finalidad es dar un seguimiento al estado que guarda esta Agenda 2030 a nivel mundial con base en experiencias exitosas locales. Seguramente seremos sujetos de mención en este evento como ejemplo de un municipio, hoy potente ícono de desarrollo nacional que supo iniciar para luego abortar para después reiniciar.
Desde estas líneas nos permitimos hacer un llamado a todos los sectores a asumir que la Agenda 2030 no debe ser solo un elemento discursivo para envolver lo que se sigue haciendo como siempre; debemos atenderla por supervivencia, dejando a un lado el significado siempre exagerado de esta palabra. Para dejar así de vivir en el país de las ilusiones; en el México del “ya verán”, del “esta vez no les vamos a fallar” y pasar al país de “esta vez es neta”.
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