Sobre UBER y otras alternativas de movilidad
Cualquier alternativa de movilidad debe ser bienvenida. Entre mayor sea la oferta para el ciudadano, mejor es la conectividad de la ciudad y menor el tráfico que nos abruma. Pelear contra UBER es pelear contra la inevitable implantación de la tecnología en las actividades más simples del ser humano. Movernos, ¿cuál más elemental después de respirar…?
Cada revolución sectorial tiene su propia lucha; a su modo, en cada una se sacrifica al inocente que está en ese momento en el frente de batalla pero luego las cosas se ajustan. El telex atentó contra el telégrafo, a este lo sometió el fax, el bipper… y a todos la red de internet, que después los regeneró a su modo con el e-mail, los “post it” electrónicos, y mil variantes para dejar recados –hasta que llegó “WhatsApp” con todo y sus emoticones–. Ningún telegrafista murió de hambre cuando Bell difundió su invento, el mundo se regeneró y se adaptó; hoy incluso podría considerarse “de buen gusto” mandar un telegrama (muy vintage) con un breve mensaje de felicitación o un pésame.
El taxi tradicional no va a morir, por supuesto que no. Se regenerará, cambiará su actitud, quizá repondrá su condición original de servicio de lujo; quizá se reorientará retomando los “sitios”, reponiendo sus coberturas de zona y horario. El mercado es muy eficaz en estos ajustes. ¿Disminuirá el número de coches? No se podría determinar con certeza, es posible, pero de cualquier modo se nivelará para bien del taxista tradicional y sus familias.
En los conflictos de implantación de nuevos actores en servicios consolidados (que por consolidados también muestran su decadencia) siempre existirán políticos que buscarán alinearse de un lado o de otro para obtener algún beneficio (electoral o no). A estos hay que sufrirlos, tolerarles las “recetas mágicas”, la intención de legislar lo legislado. Y es que en servicios como UBER lo ofertado ya está en el sistema jurídico nacional, es un contrato civil de prestación de servicio, sin mayor complicación asistido por un sistema electrónico como hay muchos otros.
La oportunidad de levantar la mano y detener un taxi en cualquier momento seguirá ahí en la calle. Es mayoritaria la población que sin acceso al crédito bancario o teniéndolo, con un teléfono inteligente o sin él, requiere un servicio inmediato; pudiera decirse que hasta con un cierto sentimiento o percepción de control total sobre su movilidad individual, si se nos permite la idea.
El taxi se adaptará y encontrará su nicho de mercado regenerado. Incluso estará ahí cuando no quieras esperar los 8 minutos que puede llegar a tardar el UBER; estará ahí cuando no tenga pila o señal el celular, cuando no se tenga crédito en la tarjeta… cuando no quieras dejar huella. Con su olor a vainilla, su música de banda, su escape abierto, sus foquitos de colores.
Al revisar el discurso alrededor de la lucha UBER-Taxistas vienen a la memoria los procesos sindicales que nos llevaron a los contratos colectivos paternales, sí esos, los que llevaron a nuestros grandes consorcios nacionales a la quiebra. Esos donde por quedar bien con alguno de los lados, algún político permitió por “el bien de la nación” que se instauraran por ejemplo en PEMEX, los bonos por no faltar los lunes… Proteccionismos aberrantes para “patear el bote”, para cambiar sin cambiar.
Después de haber visto funcionar el modelo por casi un año y no obstante nuestra abierta posición a favor de la llegada de UBER, sí consideramos que las bases de datos de quienes prestan el servicio deben compartirse con el gobierno sin tener que ser públicas obligadamente; que la empresa debe exponer sus sistemas de selección y aceptación de ofertantes del servicio y, por supuesto, debe obligarse a cada dueño del auto en servicio a mantener una póliza de seguro amplio vigente, so pena de sanciones ejemplares, amén de su responsabilidad efectiva en un siniestro.
Ajustar la relación de fuerzas entre el fenómeno UBER y los gremios de taxistas tradicionales debe atenderse con la objetividad que permite la experiencia de este servicio en otras ciudades y en otros países; con el cuidado del bolsillo de los usuarios por delante. Cualquier otro alegato que no busque darle nuevas alternativas a los usuarios del servicio de transporte sale sobrando.
Con UBER a la vanguardia vienen empujando fuerte otros modelos asistidos por “app’s” de movilidad tipo “car sharing” o auto-compartido. Variantes como el UBER POOL que intenta promover la experiencia de compartir el auto-taxi entre pasajeros a destinos diferentes en la misma zona, a menor costo que el UBER normal; o como ECONDUCE (https://econduce.mx) que ofrece motocicletas tipo “scooters” eléctricas en un sistema similar a la ECOBICI en la Ciudad de México, pero sin pedalear.
Otros son BLA BLA CAR (https://www.blablacar.mx), una “app” que promueve compartir tu auto y tus gastos de casetas y combustible con otros usuarios que tienen trayectos por carretera similares al tuyo; o productos más atrevidos para la movilidad que pueden poner a pensar incluso a los no tradicionalistas como CARROT (http://www.carrot.mx/empresas), novedad que te ofrece poder usar por unas horas un coche, camioneta o minivan que ya está en la calle; lo ubicas, lo abres con una tarjeta inteligente, lo usas, lo estacionas, ¡y lo cierras donde ya no lo ocupes…!
UBER es sólo el ariete que está rompiendo los paradigmas más ortodoxos sobre nuestras concepciones de la utilidad de un vehículo y sus costos. El taxi como fue concebido hace un siglo tiene que adaptarse, seguramente hay un nicho de mercado que nadie habrá de quitarle, ese nicho hay que buscarlo y protegerlo sin chauvinismos.
Y a todo esto pregunta el muchacho… ¿Y el transporte público colectivo a-pá?
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