El casado casa quiere
Por Gabriel Ballesteros Martínez
Desde aquella COMEVI hasta el IVEQ de hoy, el rol del gobierno estatal como agente económico proveedor de “pies de casa” y vivienda de interés social ha sido muy accidentado, por no decir que casi casi fatal.
Tanto gobierno como sea estrictamente necesario y tanta sociedad como sea posible, así reza una versión del principio de subsidiariedad, que en cristiano quiere decir –de acuerdo a nuestro actual régimen económico—que el gobierno debe meterse solamente en aquello que no podamos o debamos hacer los particulares o lo que es lo mismo, zapatero a tus zapatos…
A la luz de nuestras experiencias recientes, me pregunto si el modelo del IVEQ es realmente lo que necesitamos en Querétaro para llenar el hueco existente en el tema de construir viviendas para los que no califican a otros mecanismos de financiación. Resulta aplicable el lindo eufemismo de los “coach” de negocios: nuestro Instituto de Vivienda tiene “áreas de oportunidad” que bien valdrían de soporte para sostener un replanteamiento general de nuestra queretana política de vivienda. Nótese que no cuestiono su existencia, la cual aprecio necesaria; la crítica va en función de la orientación a asumirse como agente económico constructor, en lugar de consolidarse como un organismo regulador y solo interventor de los procesos de planeación, valuación y gestión de reservas territoriales.
Que fácil sería para un gobernante simplemente extender un cheque al organismo de vivienda y decir “órale pónganse a hacer casas”… No se trata de eso, no se trata solo de que nuestros impuestos se destinen directamente a financiar al que gana menos de lo menos. Se trata de que el Estado ejerza su facultad reguladora y dirija el mercado con acciones de política territorial, ejerciendo su derecho del tanto en materia agraria y otros mecanismos cuando sea necesario y bajo el principio de solidaridad fiscal inmerso en las leyes. De esta manera podría, entre otros frutos de su acción, consolidar suelos baratos como insumo de empresas particulares que quieran arriesgar al volumen con cliente asegurado.
Mientras que a COMEVI la trompicó el error de diciembre (1994), el fracaso del IVEQRO, modelo institucional de la administración de Francisco Garrido, se debió a que la propia dirección de las decisiones inmobiliarias del gobierno atentaban contra la naturaleza del Instituto; simplemente no se le dejó desarrollar, amén de los rumores sobre la transparencia de sus gestiones y de las “áreas de oportunidad” que han resultado tener las casas que construyó. En lugar de una bolsa de suelo urbanizable –pública– a cargo del organismo, se prefirió impulsar y apoyar a empresas particulares, para que fuesen estas las que adquirieran el suelo barato de la periferia.
Hoy, mirándonos en ese espejo, estamos a tiempo de redirigir al Instituto como organismo de consulta especializada; entre otras cosas, como impulsor de la aplicación de eco-tecnologías en los modelos de vivienda básica; como entidad de planeación territorial o bien como instrumento de política social (a través o en conjunto) con los programas como el denominado “Soluciones”. No debemos caer en la tentación de orientarlo de nuevo como agente constructor, pues en ese terreno el sector público está en obvia desventaja ante la hiper regulación a que está sujeto. El gobierno se encuentra atado de manos para lograr una capacidad competitiva. En este orden de ideas, como en nuestro gobierno local, es un “ni–ni” porque ni lo necesita el mercado inmobiliario, ni mejora con su pseudo participación las reglas no escritas del mercado financiero.
Para aquel que acaba de “arrejuntarse”, el que decidió casarse o el que simplemente quiere emanciparse de la casa paterna, poco importa quién sea el que haya hecho la vivienda. Lo que pide es un precio justo y pagable sin hipotecar el sueño. Que si no está cerca, esté bien comunicada; que esté bien hecha y con materiales de buena calidad sin que en los meses de lluvia tenga que pararse a poner cubetas. Sobre todo que su diseño le permita sentirse bien.
P.D. Invito a quienes tenemos infantiles recuerdos de la papelería del Sagrado Corazón, a tararear con nostalgia unas sufridas golondrinas. La Ciudad va…